Comentario a las lecturas biblicas - Trigésimo cuarta semana del Tiempo Ordinario: 26 de noviembre de 2018

Lecturas :
Ap 14,1-3.4b-5
Ps 23
Lc 21,1-4

Hoy las dos lecturas que acabamos de escuchar señalan la importancia de tener atentos y bien activados nuestros sentidos. De éstos depende muchas veces la valoración e interpelación que recibimos en nuestra vida cotidiana. Las dos lecturas comienzan expresando, la actitud con la cual las dos personas que hablan en los textos, viven: están en el lugar indicado, mirando, escuchando, entendiendo.
Llevaban escrito en la frente el nombre del Cordero y el de su Padre

Juan comienza este capítulo 14 diciendo: miré y vi… Dejemos que la luz de la Palabra, ilumine y nos haga entender, el mensaje de vida y de gracia, que trae. Juan vio, entendió y lo anuncia. Vio y contempló al Cordero de pie sobre el Monte Sion, y junto a Él una inmensa multitud, que llevaban marcado en la frente, el nombre del Cordero y el de su Padre. El texto señala que eran 144.000. Número mencionado en el cap. 7 del Apocalipsis, donde se dice que fueron sellados.

Es difícil saber qué significa ese número y qué nos quiere decir. He optado por la explicación de un biblista que me ha clarificado, dice así: " El símbolo numérico empleado en este texto bíblico es muy claro: «Ciento cuarenta y cuatro mil» (vv. 1.3b) corresponde, en efecto, a 12 x 12 x 1.000, producto de tres números que -cada uno de ellos- significan perfección. Es como decir que éste no ha de ser considerado un número cerrado, sino un número abierto que encontrará su perfección sólo cuando todos los llamados sean también elegidos. De esta forma el mensaje de Juan se convierte en anuncio universal”.

Juan nos descubre que es el pueblo elegido, rescatado y que han respondido con una fidelidad inquebrantable, que han entrado en una relación muy especial con Dios y con el Cordero. Por eso puede cantar: “Cantaban un cántico nuevo… Un cántico que nadie podía aprender, excepto los que habían sido rescatados” Son personas incondicionales a Jesucristo y al Padre.

Juan hace una descripción maravillosa de la voz de Dios que oye (v 2-3). La experiencia de esa visión tuvo que ser indescriptible e imborrable. Para transmitirla usa muchas semejanzas: un estruendo como de muchas aguas; retumbaba como un gran trueno; o un gran concierto de arpas. Todas ellas podemos imaginarlas, y sentir la grandiosidad y misterio de la visión.

Estar en el lugar indicado

El evangelio dice que Jesús miraba, y por ello vio, vio algo que fácilmente nos puede pasar desapercibido hoy, como lo fue ayer, por no ser grandioso ni merecer una foto en los grandes medios de comunicación. Vio a personas ofreciendo su limosna en el templo, a ricos y a una viuda pobre, que depositó dos pequeñas monedas. Es el contraste evangélico que existe, cuando queremos vivir la solidaridad, y se concreta entre, dar de «lo que me sobra» o dar de «lo necesario para vivir». Lucas nos hace entrar de inmediato en una situación de vida que nos interpela con todo su dramatismo.

Jesús no nos ofrece pautas piadosas, ni actitudes moralizantes casi sedantes, sino que nos ilumina con una luz nueva, para que podamos leer a fondo y con perspectiva, las situaciones históricas en las que vivimos.

Jesús ve y elogia a la viuda pobre; ve y no puede dejar de censurar la acción de los ricos. La mirada de Jesús es un juicio emitido sobre la relación distinta que solemos tener con los bienes, con el dinero. Un juicio que siempre resulta difícil de aceptar, que duele, pero que, ilumina perfectamente el gesto solidario y la actitud del corazón de la persona.

¿En qué grupo me sitúo yo? Acojamos la luz y dejémosla iluminar nuestro vivir diario.

Hna. Virgilia León Garrido