Comentario de la Palabra de Dios : Miércoles 3 de abril 2019

Lecturas :
Is 49,8-15
Jn 5,17-30

Nuestro Dios tiene sentimientos maternales y paternales

El Dios que experimentamos los creyentes, es un Dios de esperanza, que consuela y ama de forma sorpresiva para el pensamiento humano, no lo podemos abarcar ni controlar. Isaías 49 nos le muestra con fuertes sentimientos de pasión maternal y paternal.

Para entender algo de lo que expresa el texto, es necesario remontarnos al fondo histórico que le toca vivir al pueblo de Israel. Están viviendo en el exilio, han sido deportados y humillados imponiéndoles la esclavitud y tiranía del imperio babilónico. Al mismo tiempo se da en ellos un gran contraste: les atrae su fuerza y gloria, y va naciendo en ellos deseos de venganza, nostalgia profunda por la tierra prometida por Dios a sus antepasados, deseos de liberación. ¿Podrán llegar a ella algún día? ¿No se habrá olvidado Dios de su promesa?

Fácilmente va apareciendo la desesperanza, la decepción, el desánimo. Isaías acompaña y tiene que actuar en este ambiente. Tiene que enfrentarse a las dudas y objeciones del pueblo.

Dios escucha a sus hijos que se sienten abandonados y olvidados por su creador, y se le conmueve sus entrañas maternales. Dios pone en boca de su profeta palabras de consuelo y misericordia, y de una liberación definitiva. Dios nos entrega una nueva revelación. ¿Puede una mujer olvidarse del hijo de sus entrañas?, pues bien, aunque eso llegase a ocurrir –y desgraciadamente ocurre; yo, dice Dios, jamás te olvidaré.

¿Cómo hace Dios para no olvidarse de ninguno de sus hijos? Para saberlo, tenemos que ir al V16ª donde Dios nos revela su contundente forma. “Te llevo tatuado en la palma de mis manos”

Pensemos, ¿Por qué nadie en nuestra sociedad se tatúa en esa zona? Porque son las zonas más sensibles y delicadas, y por ello las más dolorosas. Aun así Dios nos asegura que nos tiene tatuados. ¡Dios está mostrando cuánto nos ama y nos cuida! Somos inmensamente valiosos y siempre nos tiene ante sus ojos. ¿Podremos algún día entender tanto amor y cuidado?

El Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que hace

La humanidad tuvo que esperar, y es Jesús quién dio a conocer cómo es su Padre -y el nuestro- y cómo sigue actuando hasta nuestros días. En el fondo de aquel compromiso de Yahvé está latiendo ya la liberación definitiva que se cumplirá en la entrega salvadora del Hijo.

Juan con su evangelio nos revela una dimensión profunda, que solo la fe consigue percibir en las palabras y en los gestos de Jesús. En los dos primeros versículos de hoy, Jesús comienza explicitando el significado profundo de la curación del paralítico. Lo hace con una respuesta que sabe producirá controversia añadida a la ya existente con los judíos: “Mi Padre trabaja y yo también trabajo”, se iguala a Dios llamándole Padre y se afirma en que la vida humana está por encima de la norma y la Ley. Con una sola frase nos revela el gran misterio de la relación entre Jesús y el Padre. Él colabora con el Padre dando continuidad a su obra creadora y reflejando el amor de Dios por la humanidad.

La reacción violenta de los judíos aumenta, ante la sanación y la vida, ellos maquinan la muerte. Querían matarle por dos motivos: por negar el sentido del sábado y por considerarse igual a Dios. Ante situaciones que nos desconciertan, que cuestionan nuestro modo de entender la vida, fácilmente nos crispamos y condenamos lo que nos parece “no, normal” ¿No es esto encerrarnos o poner límites a la Vida en abundancia que Jesús nos ofrece, como hicieron los judíos?

Dejémonos modelar por Jesús y su Palabra, porque allí donde Él se hace presente, la vida renace. Escuchar - es ya creer - y reconocer a Jesús como el enviado de Dios, es vivir ya resucitado. Jesús afirma que hace la voluntad del Padre. Y nosotros: tú, yo… ¿Cuál es la voluntad que seguimos? Nuestras comunidades serán signos en el mundo, en la medida que apostamos por un Dios que está al lado de la vida amenazada, en nuestra sociedad tenemos trabajo suficiente. ¡Ánimo en este camino cuaresmal!

Hna. Virgilia León Garrido