Comentario de las lecturas del 1/febrero/2022 Martes de la 4ª semana del tiempo ordinario

Lecturas:
2Sam 18,9-10.14b.24-25a.30-19,3
Sal 85, 1-2. 3-4. 5-6
Mc 5, 21-43

La victoria de aquel día fue un duelo

La primera lectura de hoy, con la elección de versículos dispersos de un relato, y al margen de todo contexto posible, es para mí indescifrable como Palabra de Dios que se nos dirige hoy a nosotros.
Invitaría a leer el segundo libro de Samuel, al menos desde el capítulo 15 al 19, para tratar de conocer la historia en la que se insertan estos versículos que hoy leemos.
Una historia de intrigas, traiciones, asesinatos, deslealtades… en el seno de la familia del rey David, y de las que él no queda al margen.
La lucha por el poder, que quiebra el mundo de las relaciones, incluidas las más “sagradas” (de padres e hijos), que deshumaniza, que destroza a los protagonistas y a su entorno, en este caso a todo un pueblo.
En una de esas batallas, David pierde lo único que no quería perder (su hijo). El ejército de Absalón no le importaba que pereciera. Por el contrario, el relato muestra que a Absalón parece que le bastaba con matar a su padre (lo necesitaba para poder ser rey) y quería, sin embargo, que el ejército de David se uniera al suyo.
Todos pierden. El llanto desgarrado de un padre que ha perdido a su hijo les devuelve a la realidad: no hay victoria sino duelo.

La fe que abre a la vida

El evangelio nos presenta hoy un precioso texto de Marcos con dos relatos de signos prodigiosos realizados por Jesús. Un denominador común: la fe que espera y halla respuesta. Ambos relatos son muy conocidos: El jefe de la sinagoga, Jairo, pide a Jesús que vaya a curar a su hija moribunda; una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años se acerca a Jesús con la esperanza de encontrar la sanación.
El texto está preciosamente estructurado. Jairo presenta a Jesús su petición y éste se presta inmediatamente a ir a su casa. En el camino, en el que le acompañaba mucha gente, una mujer aprovecha la ocasión para acercarse a él. Entre tanto el tiempo va pasando y los criados de Jairo vienen a avisarle de que la niña ha muerto y no es preciso molestar a Jesús. Un obstáculo insalvable ya para Jairo, y una Palabra de Jesús que se le dirige: “Tú no temas, basta que tengas fe”.
No lo tuvieron fácil ni Jairo ni la mujer.
Un jefe de sinagoga no podía dirigirse a Jesús sin ser “mal visto” por las autoridades religiosas del pueblo que estaban ya al acecho de Jesús para ver cómo acababan con él (Mc 3,6).
La mujer con flujo de sangre era “impura” según la Ley y contaminaba con su contacto, por lo que estaba excluida de la vida social, marginada en medio de su pueblo.
Sin embargo, ambos pasan por encima de toda dificultad para tratar de encontrar en Jesús lo que necesitan. No había más salidas: la niña se estaba muriendo, la mujer había buscado todo tipo de remedio a su enfermedad y sólo había conseguido gastar toda su fortuna, al tiempo que empeoraba.
Noche oscura, caminos que se cierran para ambos. Y para ambos la luz, a través de la sanación. Encuentro decisivo que cambia por completo sus vidas.
Y esta Palabra evangélica es para nosotros hoy. En toda circunstancia, en todo tiempo, en todo lugar, Jesús está “para nosotros”. ¿Somos conscientes de que le necesitamos? ¿Sabemos suplicar y confiar?
¡Qué alegría si podemos descubrir que, en Jesús, nuestro caminar por la vida es siempre un proceso que nos permite ir pasando de la oscuridad a la luz, de la turbación a la serenidad, de la tristeza al gozo, del miedo a la confianza, del egoísmo a la entrega...!
Siempre, a pesar de y con todas nuestras pobrezas, debilidades, fragilidad.

Hna. Gotzone Mezo