Comentario de las lecturas del Miércoles de la 5ª semana de Pascua (22/mayo/2019)

Lecturas:
• Hch 15,1-6
• Sal 121,1-2.4-5
• Jn 15, 1-8

Comentario
I.Pablo y Bernabé contaron lo que Dios había hecho con ellos

El capítulo 15 de los Hechos de los Apóstoles, que leeremos de manera fragmentada durante estos días, es una presentación -maravillosamente elaborada por Lucas- de las tensiones creadas en la comunidad de los creyentes desde los comienzos, y que podemos considerar como el modelo de “instrucciones de uso” para las comunidades cristianas a lo largo de la historia.
Simplificando, unas comunidades nuevas, abiertas -las nacidas en medio pagano-, que descubren la noticia sobre Jesús con el asombro de lo totalmente inesperado, que supera cualquier sueño que hubieran podido imaginar. Y otras comunidades en continuidad con el judaísmo, que se sienten como el “resto” de Israel, el nuevo pueblo de Dios, estrechamente vinculadas a su tradición religiosa, que consideran indispensable para formar parte de ese nuevo pueblo.
Esto se traduce en dos actitudes diferentes: la de aquellos que viven su fe a partir exclusivamente de la novedad de Jesús para sus vidas (Pablo y Bernabé son sus representantes), y la de aquellos otros que -creyendo en Jesús- suponen que para llegar a Él es precisa la mediación del judaísmo (algunos apóstoles están más cerca de esta concepción). Los segundos pretenden imponer su punto de vista y ello da lugar a una disputa importante que es preciso solucionar para que la Iglesia no se “rompa”.
Pablo y Bernabé serán enviados a dialogar con la Iglesia de Jerusalén. Y la lectura nos deja hoy con el interrogante de lo que sucederá tras la deliberación de los que se reúnen para examinar el asunto. Pero también con la primera gran lección que podríamos haber aprendido: el primer paso es el diálogo.
Y personalmente, ¿qué prevalece en mí de estas diversas formas de vivir la fe? ¿me inclino hacia el cumplimiento de normas? ¿descubro la fe como un don que tiene por único y exclusivo centro al Señor Jesús resucitado, vida y salvación para mí y para todos? ¿cómo podría contarme y contar lo que Dios ha hecho conmigo?

II.Sin mí no podéis hacer nada
Jesús utiliza una comparación muy sencilla de entender en su mundo agrícola para mostrarnos el grado de vinculación que establece con nosotros, haciéndonos partícipes de su vida: la vid y los sarmientos. Una participación que no es ni “automática” ni pasiva. Pone en juego nuestra libertad, y nos “provoca” a entrar en un dinamismo que se mueve en torno a dos claves: “dar frutos” y “permanecer”. Esto es tan esencial que lleva a Jesús a hacer dos afirmaciones rotundas que a veces nos pueden producir desconcierto:
- . “Sin mí no podéis hacer nada”. ¿Está Jesús exagerando? Los seres humanos podemos hacer muchas cosas, y desde la libertad mantenernos al margen de la corriente de la Vida que se nos entrega. En ese caso no producimos “frutos”. Y es seguro que tenemos alguna experiencia de esa realidad, ¡cuántas veces comprobamos en nosotros y en nuestro entorno actuaciones que no generan vida, que dañan, que no están al servicio del bien…! Pero, también al contrario, la presencia del bien nos habla de la vinculación con la “vid”, independientemente del grado de conciencia que tengamos de ello… No es “nuestra” obra, y de hecho lo “estropeamos” cuando nos la queremos apropiar.
- . “Si permanecéis en mí… pediréis lo que queráis y se os dará”. El contexto en el que Jesús hace esta afirmación no deja demasiado espacio para pensar que se trata de poder pedir a Dios esas cosas que tantas veces se nos ocurren, y que nos llevan incluso a intentar una especie de comercio piadoso con Él, en el que se compran sus favores con promesas por nuestra parte. Nada más lejos del Dios de Jesús.
Permanecer en Él, estar unidos a la “vid”, nos ayuda a ir descubriendo el sentido profundo de la vida, ilumina el camino, despierta el deseo hondo de producir “frutos”…

Hna. Gotzone Mezo