Comentario de les lecturas biblicas del dia 26 nov 2020

Ap 18,1-2.21-23;19,1-3.9ª
Sal 99,2.3.4.5
Lc 21, 20-28

I. Dichosos los invitados al banquete de las bodas del Cordero
El final del año litúrgico nos trae unas lecturas bíblicas con un lenguaje difícil de comprender para nosotros. El que se conoce como género apocalíptico, y que -dicho de manera muy simple- expresa, en tiempos muy difíciles, la esperanza de que Dios va a revelarse a través de intervenciones portentosas, venciendo el mal y haciendo presente su Reino.
El gesto simbólico del ángel que arroja la gran piedra al mar se está refiriendo en el contexto a Roma, capital del gran imperio, dominadora del orbe conocido. La fuerza, el poder, la prosperidad… la llevaron a considerarse el centro del mundo, la referencia única, la cima de todo cuanto existía. Hasta el punto de introducir al emperador en el ámbito de la divinidad. Esto trajo problemas muy importantes con los cristianos, perseguidos hasta la muerte en diferentes momentos.
Pero el problema no era solamente una cuestión estrictamente religiosa. Aunque en la lectura no lo escuchamos, si leemos el texto completo nos damos cuenta de lo que hay: La ciudad es el símbolo del mal. El éxito, la riqueza, el poder, el lujo, el consumo… son los criterios dominantes, generando pobreza, injusticia, opresión, esclavitud, en definitiva desprecio de la de la vida y dignidad humana.
Y Roma no fue, por desgracia, la única ciudad funcionando con esos “valores”. Tal vez nuestra sociedad no está muy lejos de todo ello.
¿Qué hacer? Vigilar para poder discernir y no “caer en tentación”. Pero, sobre todo, cultivar la esperanza, la certeza, de que el bien es más fuerte que el mal, y de que Dios ha puesto en nosotros la capacidad de irlo haciendo presente en nosotros y en nuestro entorno.
Ello nos permitirá experimentar la alegría honda de aquellos que han sido invitados al banquete de las bodas del Cordero.

II. “Poneos en pie, levantad la cabeza, se acerca vuestra liberación”
El último discurso de Jesús en el evangelio de Lucas es también apocalíptico, y hoy escuchamos algunos versículos en el evangelio de la eucaristía.
Por un lado, la alusión a la destrucción de Jerusalén (sucedida ya cuando se escribió el evangelio), la ciudad infiel que no ha querido recibir al enviado de Dios, descrita como un escenario de todos los horrores, en el que no es posible encontrar lugar seguro, Y presentada, como hacían los profetas, en términos de castigo divino.
Pero no es el fin de la historia ni del mundo. La vida continúa y recibimos la oportunidad del tiempo para cambiar esa dinámica de infidelidad y abrir las puertas al que viene de parte de Dios.
De otro lado, el anuncio de la parusía, la venida definitiva de Jesús, no en debilidad como en Belén, sino con “gran poder y gloria”. Pero esa última venida nadie sabe cuándo será, ni cómo será. Lo definitivo es que Jesús “ya” está viniendo, y que cada uno podemos vivir ese encuentro con Él que ilumina y transforma la vida.
¿Tenemos algún signo que nos permita vislumbrarlo? “Habrá signos en el sol, la luna y las estrellas… las potencias celestes se tambalearán”. Cuando aquello que considerábamos firme, estable, seguro… se tambalea y va perdiendo significado, y al mismo tiempo comencemos a atisbar que lo único que da soporte, firmeza y sentido a nuestra vida es -en lo más profundo de nosotros- la presencia de Jesús en ella, ¡podemos alegrarnos porque nuestra liberación está cerca!

Hna Gotzone Mezo