Commentaria des 26 julio 2021 • Lunes de la 17ª semana del tiempo ordinario

Lecturas :
• Ex 32,15-24.30-34
• Sal105, 19-20, 21-22,23
• Mt 13,31-35

I. “Haznos un Dios que vaya por delante de nosotros”

El texto del Éxodo que hoy leemos resulta sorprendente. Moisés estaba en el monte, en el encuentro con Yahvé que iba a concluir en la ALIANZA del Señor con su pueblo. Momento cumbre de la historia del grupo de esclavos que ha salido de Egipto y camina hacia un futuro desconocido, sin otra fuerza en la que apoyarse que la fe en el Dios que les acompaña.
Y nos encontramos, en ese momento culminante, a ese mismo pueblo, pidiendo a Aarón que les fabrique un ídolo: “haznos un dios que vaya delante de nosotros, porque a ese Moisés que nos sacó de Egipto no sabemos qué le ha pasado”.
Reconocen que les ha sacado de Egipto, algo que hubiera sido imposible para ellos. Pero Moisés se ha ausentado y parece que su Dios no es suficientemente significativo para ellos. En todo caso se puede prescindir de él. Pero no se puede vivir sin “dioses”. Aunque sean obra de nuestras manos.
Una magnífica y muy clara imagen de lo que acontece al ser humano, entonces y ahora. Miremos a nuestro tiempo. La referencia a Dios desaparece en muchos de los ámbitos de la vida de nuestras sociedades. Y se interpreta como una forma de liberación del ser humano… Pero ¡qué insólita aparición y crecimiento de “dioses” en nuestros días! Los que siempre han funcionado como ídolos a los que servimos (el dinero, el poder, el éxito…) y las sorprendentes nuevas incorporaciones al olimpo de los dioses (“streamer”, “influencer”…). Asombra el “culto” y la “sumisión” a las superficiales propuestas de todo tipo de famosos. Supuestamente libres de Dios para convertirnos en miembros de los diversos rebaños de fans que pueblan las redes sociales…
Momento apropiado, quizá, para entrar en lo hondo y “decirnos” el lugar y significado de Dios en nuestra vida, y también el de los diversos dioses que nos rodean.

II. ¿Dónde-cómo descubrir la presencia del Reino de Dios?

Escuchamos en el evangelio de hoy dos pequeñas parábolas que forman parte de un capítulo del evangelio de Mateo en el que Jesús habla del Reino de Dios.
Estas dos pequeñas piezas tienen algo evidente en común: ¡qué poca cosa este Reino de Dios! Una semilla de mostaza, una pizca de levadura… ¿dónde vamos a llegar con eso?
Para quienes escuchaban a Jesús, igual que para nosotros, la idea de un Reino –y más si se trata del Reino de Dios- estaba asociada, muy probablemente, a manifestaciones de grandeza, poder, gloria, esplendor, brillo… signos visibles, palpables, deslumbrantes por lo evidente de su presencia.
Algo similar a lo que les acontecía a los israelitas en el desierto, necesitados de ídolos tras los cuales poder seguir marchando.
Jesús no puede ser más claro. Y su claridad nos ofrece dos pistas estupendas para poder discernir si nos hallamos ante los signos del Reino de Dios.
- . Es algo pequeño, casi imperceptible. Nada extraordinario, forma parte de la vida cotidiana y es probable que no le demos ninguna consideración especial: una semilla de mostaza, levadura. Quizá a lo más que pueden aspirar es a que las echemos en falta si no las tenemos en el momento adecuado…
- . Es dinámico. Se trata de un proceso de crecimiento, que se da en la oculto, en lo escondido, por dentro, siguiendo vericuetos que escapan de nuestro alcance. Será difícil seguirle la pista desde el exterior. Pero se produce una transformación de la realidad: lugar en el que se puede anidar, magnífico pan que nos alimenta.
Aunque estemos inclinados a identificar el Reino con grandezas, ¿qué mejor noticia podemos recibir que la de saber que podemos descubrirlo y vivirlo en las pequeñas cosas de nuestra vida cotidiana?

Hna Gotzone Mezo