Fiesta de la Visitación: Oración a la Virgen Madre

En esta fiesta de la Visitación de María, que concluye el mes dedicado a ella,
os proponemos la famosa oración a la Virgen Madre que compuso Dante Alighieri.
Estamos en el Canto XXXIII del Paraíso,
el centésimo y último de toda la Divina Comedia.
Aquí nos encontramos con San Bernardo que, en nombre de Dante,
eleva esta maravillosa oración a la Virgen María.

«¡Oh Virgen Madre, oh Hija de tu Hijo,
alta y humilde más que otra criatura,
término fijo de Eterno Decreto,

Tú eres quien hizo a la humana natura
tan noble, que su autor no desdeñara
convertirse a sí mismo en su creación.

Dentro del viento tuyo ardió el amor,
cuyo calor en esta paz eterna
hizo que germinaran estas flores.

Aquí nos eres rostro meridiano
de caridad, y abajo, a los mortales,
de la esperanza eres fuente vivaz.

Mujer, eres tan grande y vales tanto,
que quien desea gracia y no te ruega
quiere su desear volar sin alas.

Mas tu benignidad no sólo ayuda
a quien lo pide, y muchas ocasiones
se adelanta al pedirlo generosa.

En ti misericordia, en ti bondad,
en ti magnificencia, en ti se encuentra
todo cuanto hay de bueno en las criaturas».

Dante Alighieri (Florencia, 1265 - Ravenna, 1321),
Divine Comédie, Paradis, canto XXXIII (versículos 1 al 21)


Dante, cantando el misterio de la Encarnación, fuente de salvación y de alegría para toda la humanidad, no puede dejar de entonar las alabanzas a María, la Virgen Madre que con su “sí”, con su aceptación plena y total del proyecto de Dios, hace posible que el Verbo se haga carne. En la obra de Dante encontramos un hermoso tratado de mariología. Con acentos líricos altísimos, particularmente en la oración pronunciada por san Bernardo, sintetiza toda la reflexión teológica sobre María y su participación en el misterio de Dios. El oxímoron inicial y la sucesión de términos antitéticos resaltan la originalidad de la figura de María, su belleza singular... La referencia a María es constante en toda la Divina Comedia. En el camino del Purgatorio, es el modelo de las virtudes que se contraponen a los vicios; es la estrella de la mañana que ayuda a salir de la selva oscura para encaminarse hacia el monte de Dios; es la presencia constante, por medio de su invocación —«el nombre de la bella flor que siempre invoco, / mañana y noche» (Par. XXIII, 88-89)—, que prepara al encuentro con Cristo y con el misterio de Dios.

papa Francisco, Carta Apostólica Candor lucis æternæ (n. 7),
en el VII centenario de la muerte de Dante Alighieri (25 de marzo 2021)