Lecturas del 24 de septiembre Jueves de la Vigésimo quinta Semana del Tiempo Ordinario

- Eclesiastés 1,2-11
- Sal 89 3-6.12-14.17
- Lc 9,7-9

¡Todo es vanidad!
Escuchamos hoy el comienzo de libro del Eclesiastés. Comienzo que no puede ser más rotundo: ¡Todo es vanidad!
Si nos atenemos al texto que escuchamos parece claro que la palabra de Dios nos llega hoy a través de la experiencia y la reflexión de un autor que no es precisamente optimista.
El conjunto de su obra da la impresión de ser un intenso ejercicio de contemplación de “todo cuanto existe bajo el sol”. Y lo que ve se queda muy a “ras de tierra”: la experiencia de la repetición de los ciclos de la naturaleza, de la rutina, de la monotonía con la que se desarrolla la vida del ser humano en todas sus manifestaciones…Y de ahí esa convicción de que todo es vanidad en el sentido de vacío, de inconsistencia, de falta de densidad. En el fondo todo se repite, nada hay de nuevo, nada de extraordinario.
Es probable que el autor hubiera deseado llegar a otra conclusión más esperanzada, pero es consecuente y honesto en su planteamiento: le parece que no merece la pena todo el esfuerzo que el ser humano realiza en la vida. Al sabio y al necio, al que trabaja y al que holgazanea los va a igualar la muerte.
¿Qué queda? Disfrutar de las pequeñas cosas de cada día, que descubre como don de Dios.
Es sugerente que su reflexión detenida y profunda sobre los “grandes temas” sólo le permita descubrir el sin sentido de todo, pero su fe le capacite para encontrar el don de Dios en las pequeñas cosas de la vida. Dios presente en la sencillez y la rutina de cada día.
El libro termina con un consejo: “después de haberlo oído todo, teme a Dios y guarda sus mandamientos, porque eso es ser hombre”. Quizá no parezca lo más lógico o lo esperable. Es, sin embargo, la conclusión del autor.
Un libro para leer despacio dejándolo resonar en lo profundo.

¿Quién será éste?
Tres versículos del evangelio de San Lucas, sin conexión con el contexto.
Herodes se enteró de todo lo sucedido, pero nosotros no sabemos qué era eso que estaba sucediendo si no vamos al evangelio de Lucas a leer los capítulos anteriores.
Jesús predica y realiza signos de salvación. Su presencia es Buena Noticia. Y las gentes le siguen. De Él sí se puede esperar la novedad que nos cambie la vida.
Casi en contraposición con la primera lectura, en la que nada de lo que acontece en la vida del ser humano y en el mundo merece la pena, Jesús se está convirtiendo en “la” referencia para la vida de muchos, por ser buena noticia que anuncia con signos de salvación el Reino de Dios que ya está entre nosotros y en nosotros. Sin espectáculo, sin alboroto, sin que la vida de cada día cambie demasiado… lo que cambia es la sanación que llega con Él y que introduce alegría, dignidad, confianza.
Ante la fama que Jesús va adquiriendo Herodes se pregunta “¿quién será éste?”. Y quiere ver a Jesús. Los pocos datos que el Evangelio nos ofrece sobre Herodes nos inclinan a imaginar los posibles motivos de su deseo. Quizá es inútil preguntarse por lo que movía a Herodes en ese momento. Porque lo importante es hacernos la pregunta a nosotros mismos.
¿Qué me mueve a acercarme a Jesús? ¿Quiero acercarme realmente a Él cada día? ¿Me pregunto “quién es éste” tratando de descubrirle cada día más hondamente o supongo que ya le conozco desde hace mucho y no hay nada que descubrir?
Ojalá el amor mantenga en nosotros ese deseo permanente de conocerle más y mejor, sin ninguna pretensión de totalidad, ni de dominio.

Hna. Gotzone Mezo Aranzibia