Comentario de las lecturas de la Escritura del martes 20 de septiembre de 2022 - 25ª semana del Tiempo Ordinario

Lecturas:
Proverbios 21,1-6.10-13
Sal. 118
Lc 8,19-21

“Es Dios quien conoce el corazón humano”

El libro de los Proverbios está constituido por una amplia colección de máximas y sentencias, en las que se ha ido sedimentando la sabiduría de todas las generaciones de Israel. Hoy podemos decir que se nos presenta una manera clara de comprobar si nuestra vida de fe y de seguidores de Jesús tiene correspondencia con la vida diaria y cotidiana, con nuestras decisiones más pequeñas, ver que ética y moral impregna nuestro vivir.

Al terminar la lectura me quiero quedar con el último versículo escuchado: “Quien cierra su oído al clamor del necesitado no será escuchado cuando él grite”. Volví a releer la lectura y siento que toda ella me va llevando al contenido de esta sentencia.

Dios, nos dice el texto que sostiene y puede guiar el corazón humano. Si Dios puede hacer esto con alguien poderoso: un rey; seguro que lo hará con cualquier hombre o mujer que se lo pida, con tal que el ser humano se deje guiar. Dios no necesita violentarnos. “El corazón, (El tuyo, el mío, el nuestro…) es una acequia en manos de Dios, la dirige adonde quiere. Al hombre le parece siempre recto su camino, pero es Dios quien pesa los corazones”.

A esta realidad se nos invita, a dejarnos moldear como la arcilla en las manos del alfarero, a estar atentos a lo que pasa a nuestro alrededor, a acoger este mensaje con humildad, a “mirar, a ver”, y nos daremos cuenta que sin ser verdaderamente malvados, la cantidad de veces que nuestro seguimiento del evangelio es deficitario y nos descubrimos como cerradores de oídos y ojos ante el clamor de tantas necesidades de nuestro mundo.

No nos desanimemos, Dios conoce el deseo profundo de nuestro ser y esperemos que Él sostenga y nos siga enseñando como implicarnos en la construcción de su Reino. Y mientras hacemos camino, que Él sí, escuche nuestro grito. Que no suelte nuestra mano.

“¡Mi madre y mis hermanos!, son estos…”

¿A qué venían sus familiares? Lucas no nos lo dice. A diferencia de Mc (3, 20-21. 31) que sí nos muestra la interpretación de esta escena, dice: “asustados por lo que se decía de Jesús y las reacciones contrarias que hacían peligrar su vida, venían poco menos que a llevárselo, porque decían que “estaba fuera de sí”. ¿Querrá decir esto que Lucas conocía las noticias más exactas por boca de María y que no necesita explicarnos la escena? ¡Intentemos buscar su mensaje!

Hay muchos motivos por los que una madre se acerca a su hijo: a verle con sus propios ojos, a animarle, a admirarle, a alegrarse con los logros en su vida, a echarle una mano si lo necesita…y, ¿quién no necesita a su madre y hermanos?

Jesús, en pocas palabras aprovecha esta ocasión para decir a sus seguidores y hoy nos lo dice a nosotros, cuál es su nuevo concepto de familia o comunidad cristiana: “mi madre y mis hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen por obra”. Con esto, no niega el concepto de familia, no entra en polémica, ni tampoco desautoriza a su madre. Al contrario, su evangelio resalta a María presentándola como modelo de creyente: “Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu Palabra” (Lc 1,38), luego el mensaje que Jesús expresa es para nosotros.

Según esto, pertenecemos a la familia de Jesús: escuchamos la Palabra y hacemos lo posible por ponerla en práctica. Es el único punto que parece interesarle a Lucas, quiere que nos sintamos miembros activos de la nueva familia, que descubramos los vínculos de pertenencia. Jesús aprovecha esta ocasión para ampliar el concepto de familia para todas las épocas., es la que va a ser engendrada por la Palabra, sin necesidad de excluir a la de los vínculos de sangre.

“Escuchar la Palabra de Dios y ponerla en práctica” produjo el gran milagro de convertir a María en su Madre y nuestra Madre. Así puede sucedernos a cada uno de nosotros si hoy acogemos esta Palabra escuchada. Dios espera de nosotros que su familia crezca en nuestro mundo y quiere a través de cada uno de nosotros, que le dejemos espacio para que nadie se sienta excluido en nuestra vida y en la mesa de la Vida. Prestémosle nuestra voz, no nos callemos su mensaje.

Sr Virgilia León Garrido