Oración durante el confinamiento

Published : 16 May 2020

Hoy día 14 de mayo de 2020, llevamos dos meses desde que el gobierno español declaró el estado de emergencia en España. Un tiempo que a mí me ha tocado vivir con mi padre, fuera de mi hábitat natural que es la comunidad.

En el momento en el que tomo conciencia de que no se sabía cuánto tiempo iba a durar esta situación de reclusión, en mí aparecen dos necesidades. Por un lado necesitaba planificar mis tiempos de oración y darme los medios que lo hicieran posible. La segunda necesidad que me urgía era cómo ser útil en medio de esta situación, qué es lo que yo podía ofrecer.
Mi pensamiento que, para ciertas cosas tiene una gran capacidad de realizar conexiones, unió las dos necesidades. Podía estructurar mi tiempo de oración dándome el medio de encontrar una comunidad con la que rezar al mismo tiempo que podía convertirse en un espacio abierto para que otras persona también tuvieran una comunidad con la que rezar. De esta forma encontraba la manera de ayudarme y de ayudar.
La idea que da forma a esta experiencia, y a otras muchas experiencias pastorales, es tener la seguridad de que si yo tengo una necesidad a nivel espiritual, otras muchas personas se encuentran con la misma necesidad. Por lo tanto ofrecerme el espacio y los medios que me permitan ser fiel en mi búsqueda espiritual, se convierten en espacios y medios abiertos para la búsqueda de otras personas.
La dificultad en esta ocasión estaba en el hecho de que no era posible tener un espacio físico, dado que no podíamos salir de casa y menos reunirnos. Es aquí donde aparece la posibilidad del espacio dentro de las redes sociales. Hay momentos que tienen mucha intensidad y que nos urgen a dar una respuesta. Yo sabía que contaba con la capacidad de ofrecer ese espacio y que tenía los medios para poderlo hacer. El compromiso conmigo y con las personas que pudieran acceder a este espacio estaba adquirido.
Partiendo de esto la pregunta es ¿qué ofrecer? Intento escuchar mi necesidad y esta es muy simple: tener un espacio diario de oración, sin más pretensiones. Esto es lo que ofrezco, siendo muy consciente de que el Espíritu de Dios pondrá la parte que le corresponde.
Creo que fue hacia el 23 de marzo (como una semana después del confinamiento) cuando empezó la aventura de buscar una comunidad, primero en Instagram, después en Facebook y más tarde a través de los dos medios. Es un espacio de meditación para empezar el día, a las 8’30 hora peninsular. Es cierto que en algunas ocasiones, tal vez me pese el que sea un espacio que tengo que gestionar sola, pero también es un espacio que me ayuda a levantarme todas las mañanas, que me sitúa ante el día, que me pone en la presencia de Dios en cuanto abro los ojos y que me recuerda que soy predicadora de la buena noticia, predicadora de la gracia.
Con todas las limitaciones que pueda presentar este espacio, desde mi propia vulnerabilidad, mis manías y mis fijaciones, está siendo un espacio de superación, siento que estoy expuesta continuamente a las miradas de los demás e intento ofrecer lo que soy y dejar, si es posible, transparentar el Espíritu de Dios presente. Y la verdad es que estoy convencida de que Él me salva todos los días. Creo que por mí misma no sería capad de meditar en voz alta, para otras personas, tantos días como llevamos meditando.
Desde las necesidades que aparecen escritas en el segundo párrafo, surge también la idea, en diálogo con la comunidad de Tamaraceite, de si cómo dominicas podemos ofrecer algo que pueda ser bueno para otras personas. Para mí era importante poder hacernos visibles, como Dominicas de la CRSD, en esta situación. Bien es cierto que ya existían distintas ofertas en las redes, pero no nuestra aportación. No lo digo porque nuestra aportación sea más importante que otras, lo digo porque la Iglesia es muy plural y tal vez en las redes hace falta que aumente la voz y la presencia femenina.
Junto con la comunidad de Tamaraceite decidimos qué ofrecer, cuál sería su estructura y toda la organización. Como este espacio es de oración cristiana, no sólo es un intento de transparentar el Espíritu, sino que es posible hablar de Él. El lenguaje se transforma, el cuerpo se expresa y la presencia de Dios se hace evidente, casi palpable.
Dos momentos de oración diferentes, dirigidos a un público distinto. Un público que tiene en común la necesidad de encontrarse con la transcendencia, aunque sea por caminos diferentes. Personas que necesitamos reconocer que nuestro día a día tiene sentido más allá de lo que hacemos, más allá de nuestra eficacia. Personas que necesitamos tomar conciencia de lo que está suponiendo este momento para cada una, permitirnos experimentarlo, no negarlo, responsabilizarnos de ello para poder darle una respuesta, para poder decidir libremente cómo situarnos, ejercitar nuestros “valores de actitud” que diría Viktor Frankl.
Dos momentos de oración diferentes en los que reconocernos canal de comunicación entre la tierra y el cielo; donde reconocernos como individuos amados del Padre y transmisoras de este amor a todo lo que nos rodea; donde sabernos formadas desde el barro por la mano de Dios, al que le han insuflado el Espíritu, la santa Ruah.
Dos momentos de oración diferentes donde experimentar que todo lo que existe tiene un origen único y por lo tanto no podemos desentendernos de la historia, de las personas, de los hechos que acontecen a nuestro alrededor… Al mismo tiempo que contactamos con nuestra propia vulnerabilidad y nos hacemos conscientes de que estamos en las manos del Padre que nos cuida. Con la seguridad de que si me sostiene a mí, también sostiene a cada persona y a toda su creación.
Nos movemos en el mundo de las paradojas y yo, en estos momentos, no encuentro un medio más apropiado de estar, de comprometerme con la realidad, de acompañar en el sufrimiento, que ayudar en este camino de profundización hacia el encuentro con una misma, hacia el descubrimiento de la propia capacidad de trascendencia y, por lo tanto, la capacidad de salir al encuentro de los otros, de las otras y al encuentro y reconocimiento del Otro, de la Trascendencia, de Dios.

Inmaculada Sánchez García-Muro