Comentario de las lecturas biblicas del Jueves 28 de mayo 2020 - Séptima semana de Pascua

Lecturas:
Hechos 22,30;23,6-11
Sal 15, 1b-2a y 5. 7-8. 9-10. 11
Jn 17,20-26

1- Ánimo, tienes que dar testimonio de Mí en Roma

Nos quedan muy pocos días para finalizar el tiempo pascual, y el libro de Hechos nos presenta la historia de Pablo que se precipita hacia el fin. Pareciera que Lucas nos quiere mostrar una similitud o paralelismo entre la Pasión de Jesús y lo que podemos llamar la pasión de Pablo.
Al escuchar esta lectura y observar qué resuena, qué eco queda en mí, me agarro fuertemente a esa frase con la que termina la peri-copa: “Ánimo, tienes que dar testimonio de Mí en Roma”; es dicha y oída en la noche = (símbolo de miedo, de no ver, de necesitar ser reconfortados, iluminados, sostenidos.), es el momento donde ha comenzado ya el proceso a Pablo. Éste se ha enfrentado a una multitud enfurecida, guiada por los jefes del Sanedrín. Pablo, ha sido rescatado de ella, hecho prisionero y custodiado en la cárcel por el tribuno romano. Éste no puede torturarlo, pero no renuncia a “conocer” el motivo que suscita tanto odio en la multitud judía.
Pablo es llevado e interrogado por el Sanedrín. El tribuno escucha. Pablo de alguna forma siente la promesa hecha por Jesús a sus discípulos, en Lc 21,12-15, y lleno de audacia y astucia, bien podríamos decir: “lleno de Espíritu Santo” señala el por qué de haber llegado a esta situación. Con ello, provoca la división y el enfrentamiento entre los miembros del Sanedrín, situación que llega a culminar con una confesión enérgica y chocante por parte de los fariseos: “nosotros no encontramos nada malo en este hombre”. ¡Cuánta similitud y cuánta diferencia!, entre ambos procesos, el de Jesús y el de Pablo.

Acojamos para nosotros y para nuestro mundo, en este momento tan desconcertante y doloroso la promesa de Jesús: Y sabed que estoy con vosotros todos los días hasta el fin de este mundo” (Mt 28,20). Este debe ser nuestro testimonio y nuestra esperanza.

2- Que sean completamente uno, unidos a nosotros
El contenido del texto que hemos escuchado hoy es la terminación de una oración de súplica. Se centra en resaltar y proponernos el gran mensaje de la unidad. Jesús pide al Padre, “Que todos sean uno” que los que le siguen a Él y los que seguirán en el futuro, no se pierdan ninguno.
Este es el misterio de la unidad que nos propone: “como tú, Padre en mí y yo en ti”. Esta unidad se prolonga en sus discípulos a los que encarga igualmente una misión: extender el mensaje de salvación para que todos los que crean y acepten a Jesucristo por medio de su predicación lleguen a participar de la misma vida de Dios.
Esta unidad a la que se consagra Jesús, hace posible que exista entre los mismos creyentes y que sea condición para que la comunidad cristiana pueda realizar su trabajo misionero con un mínimo de credibilidad y de coherencia: “para que el mundo crea que Tú me has enviado”.
La consigna “que sean uno”, no terminamos de obedecerla por mucho que cada día la pidamos al Espíritu en la Eucaristía: “que congregue en la unidad a cuantos participamos del Cuerpo y la Sangre de Cristo”. Es el testamento entrañable del Señor. Tarea inacabada, asignatura siempre pendiente entre los seguidores de Cristo, tanto dentro de la iglesia católica como en sus relaciones con las otras iglesias cristianas
Tarea de promover y construir la fraternidad, allí donde los hombres y mujeres no busquen sobresalir, imponer, rivalizar sino ayudarse, apoyarse, comprenderse, y ofrecer a nuestro mundo una Buena Noticia creíble.
Repite e intenta vivir hoy con la palabra de Jesús. “Que también ellos estén unidos a nosotros, de este modo, el mundo podrá creer que Tú me has enviado” (V21).

Hna. Virgilia León Garrido