Comentario de las lecturas bíblicas de 13/septiembre/2022 - Martes de la 24ª semana del tiempo ordinario

Lecturas
1 Cor 12, 12-14.27-31a
Sal 99
Lc 7, 11-17

I. Buscad los carismas mejores
Escuchamos hoy unos pocos versículos, entresacados, del muy conocido capítulo 12 de la primera carta de Pablo a los corintios. Pablo tiene una idea muy clara que desea transmitir a los cristianos de Corinto: todos nosotros, seamos quienes seamos, hemos recibido el Espíritu en el bautismo para formar un solo cuerpo en Cristo. Y lo argumenta de manera muy gráfica y fácil de comprender para todos utilizando la imagen del cuerpo humano.

Algunos subrayados que me sugiere hoy la lectura:

• Pablo no nos está hablando aquí de nuestra igualdad fundamental como seres humanos, como hace en la carta a los Gálatas. Sino de nuestra unidad en Cristo. Unidad de los diferentes, de los diversos. La diversidad del cuerpo humano le sirve en bandeja la explicación que desea dar. Somos absolutamente diferentes, y absolutamente interdependientes. Y el “cuerpo” sólo es posible por la complementariedad de los diferentes. Lo que cada uno de nosotros no pongamos le falta al cuerpo.

• Habla también Pablo de que las funciones que cada uno realiza en el cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, han sido dispuestas por Dios. Entiendo que esto significa que todo aquello que hemos recibido, que es don, lo tenemos para ponerlo en juego, para ofrecerlo, para “colaborar” al funcionamiento del cuerpo. Bien es verdad que Pablo nombra algunas de las funciones y deja entrever la existencia de problemas en la comunidad: ¿pretenden la realización de tareas consideradas importantes desde el punto de vista humano? ¿quizá las que se pueden vincular con algún tipo de poder…?

• La solución la va a dar él mismo de inmediato, en el capítulo 13 de la carta. Hay un camino mucho mejor. El único seguro. VIVIR EN EL AMOR. Hoy puede ser un día estupendo para leer con calma 1 Cor 13.

II. Muchacho, a ti te lo digo, ¡levántate!

Los evangelios contienen algunos relatos en los que Jesús resucita a una persona muerta, o salva de la muerte inminente a un enfermo. Se ha convertido para el pueblo, que viene oyendo hablar maravillas de él, en el “último recurso” en caso de una situación desesperada.

El relato de resurrección que hoy nos presenta la liturgia no contiene ninguno de los rasgos comunes a otras resurrecciones.

Nadie se dirige a Jesús para hacerle una petición de salvación. Jesús caminaba hacia una ciudad, Naím, y contempla algo que no debía ser demasiado extraño: un entierro. Y Jesús observa, Jesús escucha.

El difunto es el hijo único de una viuda. Y en la sociedad del momento eso significaba que su madre quedaba totalmente a la intemperie, sola y sin posibilidades de salir adelante. El hijo era la única posibilidad de vida digna para la madre… Jesús se conmueve. Y la misericordia entrañable se pone en acción. La debilidad, la pobreza, la vulnerabilidad, el desamparo… de la mujer, son una llamada de socorro que Él no puede dejar de atender. Y la fuerza de la vida que reside en Él le devuelve al hijo, y con él la posibilidad de vida.

Más allá de las diferentes interpretaciones que los especialistas en Sagrada Escritura hagan del relato, la llamada poderosa y firme de Jesús al muchacho, puede, sin ninguna duda, tener eco en cada uno de nosotros. Es una llamada a “despertar” y poner en acción todo aquello que en nosotros está apagado, abandonado, inactivo, “muerto”. Para que los otros tengan vida.

Hna Gotzone Mezo