Lecturas del 7 de febrero 2020 jueves de la cuarta semana del tiempo ordinario

Lecturas:
1 Re 2, 1-4.10-12
Salmo: 1 Crón 29,10-12
Mc 6,7-13

Comentario

“Sé fiel al Señor tu Dios y camina por sus sendas”

La muerte forma parte natural de la vida aunque a veces nos cuesta abordarla y hablar de ella. Pensamos en la de las demás personas, ¿pero acaso meditamos en la nuestra? Hoy, en esta primera lectura del día, el Rey David se enfrenta a la suya, ya próxima. Dirigiéndose a su hijo, Salomón, se prepara para acogerla como “el viaje que todos emprendemos.” Bella metáfora, muy sugerente, que nos puede ayudar a tomar conciencia de esa realidad colectiva que a todos nos afecta, más pronto o más tarde, y que es necesario que esté integrada en el paisaje total que dibujamos de nuestra historia, aunque nos empeñemos en aparcarla o ignorarla.
Al mismo tiempo, David se despide entregando a su hijo el poso de sabiduría aprendida e interiorizada tras una larga vida de luces y sombras, de amor y de pecado; en ella ha experimentado con fuerza, al igual que Pablo de Tarso, que “sobreabunda la gracia allí donde abundó el pecado”. Por eso, lo que quiere dejar a Salomón, no son sus logros, ni conquistas sino el tesoro de la fe en la misericordia infinita de Dios. Le ofrece el horizonte de una vida que Dios mismo hace fecunda si es fiel al Señor y camina por sus sendas.
Demos gracias a Dios por tantas personas que a lo largo del tiempo nos han transmitido, a través de su manera personal y concreta de encarnar los valores del Evangelio, un legado espiritual que ha sido y es alimento, aliento y orientación para nuestro camino.

“Los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos”

Nuestra vida creyente nace como respuesta a la llamada del Señor a seguirle. Al llamarnos, nos vincula a su misión, enviándonos a ella en su nombre. Es este aspecto, el que Evangelio de hoy desarrolla:
Jesús llama a “los doce”, aquellos a quienes Él mismo ha elegido, que han estado a su lado de forma más permanente y con quienes ha ido estrechando una relación de mayor intimidad.
Como grupo de doce constituyen también un signo profético del Reino y por tanto de la misión a la que Jesús va entregar su vida: si el mal en la historia de Israel ha conducido al pueblo a la destrucción y a la dispersión, la presencia misericordiosa de Dios, encarnada en Jesús de Nazareth, en sus palabras y gestos liberadores y sanadores, cambia el rumbo de esa historia y abre un futuro de comunión universal entre las personas. Y por eso el envío sólo puede ser de dos en dos, desde un estilo de vida en fraternidad que de alguna manera anticipa ese futuro.
El fin de la misión es la vida; por ello se trata de expulsar de ella aquello que la deshumaniza, y la desfigura; también de curar y de sanar lo que la amenaza, a veces de muerte. Y es para esta misión liberadora y sanadora, y sólo para ella, que Jesús da autoridad a sus discípulos.
Jesús asocia a esta misión un estilo de vida concreto:
Por un lado, las evocaciones del camino el bastón y las sandalias nos recuerdan la imagen del peregrino y con ella una serie de actitudes importantes: vivir ligeros de equipaje, ágiles y prontos para ponernos en marcha, disposición para cambiar de lugar (a veces no es tanto cambio físico como mental), capacidad de desinstalación etc.
Por otro lado, pide a sus enviados no llevar pan, alforja, ni dinero; es decir, abandonar seguridades externas para fundamentar la vida y la misión no en las propias fuerzas y recursos, sino en la confianza en el Padre.
Tomemos conciencia en este día de que el Señor sigue llamándonos y enviándonos a colaborar con Él en el proyecto de Amor del Padre para la humanidad. En todas las etapas de nuestra vida y en todas las circunstancias el Señor nos guarda una misión, una tarea. ¿Cuál es hoy la nuestra? ¿Acogemos el envío que Dios nos hace a ella viviéndola como el pequeño trozo de tierra, que no nos pertenece, pero que se nos invita a regar, cuidar con cariño, alegría y responsabilidad?
Pidamos al Señor en este día que nos conceda crecer en confianza en el Padre; para que podamos experimentar la libertad interior que nos permite ponernos en camino hacia allí donde Él nos envía.

Hna. María Ferrández Palencia