Orientaciones para el cuidado psicológico durante el tiempo de cuarentena En la vida religiosa y sacerdotal

Publicado el : 24 de marzo de 2020

Equipo de Vida Religiosa y Sacerdotal de la Unidad Clínica de Psicología (UNINPSI) de la Universidad Pontificia Comillas (Madrid)

En estos últimos días estamos haciendo frente a una situación que, para la mayoría de nosotros, resulta nueva e implica un cambio importante de rutinas, trabajo, horarios, tareas, actividad y enfoque de la misión. Toca adaptarse a una realidad que se nos impone de forma relativamente imprevista y no siempre fácil de gestionar; pero que también puede vivirse, desde el Espíritu y la confianza, como oportunidad de crecimiento y creatividad.
Por eso, el Equipo de Vida Religiosa y Sacerdotal de la Unidad Clínica de Psicología (UNINPSI) de la Universidad Pontificia Comillas (Madrid) quiere ofrecer una guía sencilla con algunas orientaciones para el cuidado psicológico de las comunidades religiosas y la vida sacerdotal. Ojalá en este tiempo podamos seguir cuidando con responsabilidad unos de otros –los de cerca y los de lejos–; y que cada cual pueda sentirse acompañado en sus necesidades médicas, psicológicas y espirituales.

Preámbulos
1. Comprender de la forma más ajustada posible la realidad que estás viviendo y adaptarte a ella resultará de gran utilidad. Es importante que reconozcas la situación –personal, comunitaria, social, eclesial– en la que te encuentras y lo hagas con seriedad y de forma sincera; pero sin generar dinámicas de alarma infundadas.
2. Mantenerte informado es bueno y necesario. Asegura que recibes información oficial, adecuada, suficiente y veraz. Sin embargo, el extremo de un exceso de información –especialmente a través de las redes sociales– puede generar, en algunas personas, malestar psicológico. La sobreinformación es capaz de producir sensaciones de desasosiego, ansiedad, temor, sobrevalorizaciones, ideas irracionales, pensamientos negativos y otras reacciones emocionales que, a la postre, resultan contraproducentes. Evita saturarte y saturar, sobre todo en lo relativo a datos y comentarios no contrastados y de dudosa fiabilidad. Quizá te ayude elegir previamente unos momentos concretos del día (probablemente no más de tres) para informarte lo más veraz y contrastado que puedas, sobre la actualidad de lo que se está viviendo.
3. Sigue las recomendaciones de los organismos oficiales y los planes de actuación desarrollados por ellos: Ministerio de Sanidad, Comunidades Autónomas, Consejerías, Ayuntamientos, etc. Sobre todo, presta atención si vives con alguna persona que presenta síntomas de infección, que haya resultado contagiada o que precise aislamiento.

La vida común
Probablemente a lo largo de estas semanas vas a pasar más tiempo y compartir más espacio con compañeros de comunidad. Esta situación constituye una oportunidad para vivir desde la fraternidad y la unión de ánimos. Pero también requiere estar atentos para que el nuevo escenario de convivencia sea, al mismo tiempo, lugar de encuentro, sosiego, cercanía y libertad.
1. En primer lugar, recuerda que no todos somos iguales y no respondemos de la misma manera ante una situación de tensión o un momento de dificultad. Trata de comprender las reacciones de los demás y aceptar las tuyas propias sin culpabilizaciones innecesarias. Si hace falta, busca momentos de mayor calma y serenidad para poder hablar –con madurez y de forma honesta– de lo que está ocurriendo.
2. Genera conversaciones alternativas. Son muchos y diversos los temas de los que se puede hablar. Detéctalos y aprovecha el tiempo para hacerlo con menos prisa que de costumbre. Amplía la mirada a otras realidades y personas de nuestro mundo. Es un buen momento, además, para cuidar especialmente la conversación espiritual. También para ofrecer espacios gratuitos de escucha y reflexión. Y para no abandonar el sentido del humor.
3. Colabora en la planificación de la nueva situación de tu comunidad o de la gente con la que vives. Establecer un cierto ritmo ordenado, tanto a nivel de la vida común como de tu propia vida personal, favorece el bienestar psicológico. Es tiempo para la creatividad: piensa posibles actividades de tipo celebrativo, de oración en común y también de ocio compartido (películas, juegos de mesa, recomendaciones de lectura, etc.) que favorezcan un espacio positivo y de cierta distracción. La cocina y otras tareas domésticas también pueden resultarte de gran ayuda.
4. Trata de mantener horarios comunitarios que favorezcan el intercambio y la conversación guardando siempre las recomendaciones sanitarias. Una organización clara y accesible a todos los miembros de la comunidad, que favorezca la participación de jóvenes y mayores, será beneficiosa para todos.
5. Presta especial atención a tus encargos y tareas dentro de la comunidad o la institución a la que perteneces. En este momento la diligencia es una forma concreta de cuidado del otro y resulta clave para el buen funcionamiento del grupo.
6. Respeta los espacios comunes y los tiempos de silencio. No resulta extraño que ahora te notes más sensible a los ruidos, las conversaciones elevadas u otros sonidos que causen disrupción. Además, quizás te percibes más sensible a la hora de utilizar las zonas comunes. Piensa que a otros les puede ocurrir lo mismo.
7. Recibe y transmite los mensajes y la información acerca de la pandemia, la cuarentena y otras circunstancias relativas al COVID-19 con prudencia y de forma constructiva. Evita las murmuraciones, los rumores infundados y los comentarios únicos acerca del tema para no favorecer tensiones innecesarias ni situaciones comunitarias de dificultad. Hablar constantemente sobre este asunto puede hacer que crezca el temor y que te distancies de estados de mayor tranquilidad y sosiego. Ponte un horario en el que recibir noticias –máximo dos horas al día en tres momentos diferentes– y, una vez cumplido el tiempo, pasa a realizar una actividad que te genere bienestar o que constituya una afición para ti.

La vida personal
1. Aunque de forma distinta, la vida continúa; y es bueno que sea así. Si te ayuda, elabora un horario de planificación personal que genere rutinas y te anime a mantener un cierto nivel de actividad. Podrás reajustarlo más adelante las veces que consideres necesario, en función de cómo te vayas encontrando y cómo se desarrollen los acontecimientos.
2. Aprovecha el tiempo que estás viviendo. Con probabilidad te has visto obligado a reducir tareas, tanto personales como comunitarias y de misión. Puede que esto te haya dejado más tiempo libre que de costumbre. Empléalo para realizar actividades que ayuden a generar pensamientos y emociones positivas: lectura, profundización en algún tema de tu interés, toma de notas personales, reflexión, etc.
3. Haz ejercicio físico en casa. Si no se te ocurre cómo organizarlo, existen diferentes aplicaciones y tutoriales de los que puedes tomar ideas para adaptarlo a tus posibilidades y capacidad. El deporte activa tu cuerpo, reduce los síntomas de tristeza o ansiedad y aumenta la sensación de bienestar. Intenta también recibir luz natural y mantener algún tipo de trabajo manual. Cuida especialmente tu alimentación: la ansiedad va directa al estómago. Otra posibilidad es dedicar algún tiempo al día para realizar ejercicios de relajación, que pueden resultar útiles a la hora de disminuir las consecuencias de la cuarentena. Encontrarás una guía a este respecto en el anexo 2, que se incluye al final de la guía.
4. Respeta el espacio y el tiempo personal. Todos necesitamos, en mayor o menor medida, momentos para la soledad, el silencio y la autonomía personal. Una vez más, no todos funcionamos igual, sino que cada uno tiene sus propios requerimientos y demandas: conócelos y no trates de forzar ni los tuyos ni los de los demás. Para algunas personas, un cierto nivel de aislamiento colabora al equilibrio mental.
5. Es tiempo para la paz. Los conflictos existen. También en nuestras comunidades, presbiterios, conventos, monasterios, instituciones, seminarios o casas de formación. Aunque seguramente nos gustaría que no fuera así, esta es una realidad que no podemos obviar. Con todo, ahora es tiempo para trabajar la comprensión, la amabilidad, la paciencia y el perdón. Es tiempo de cuaresma, no de conflicto. Y nos necesitamos. Es tiempo, por tanto, para salvar la proposición del prójimo y ayunar de rencores, envidias, rencillas, críticas y desafección.
6. Cuida de tus compañeros más frágiles. Especialmente si vives con gente mayor, personas enfermas o que requieren una especial atención. Puede que se sientan vulnerables, temerosos, que minimicen –por no alarmar– y que tengan miedo a expresar su preocupación. No es necesario atosigar pero sí se puede estar pendiente y disponible, con humildad y discreción, para lo que puedan necesitar. Si en algún momento eres tú quien se encuentra así, no tengas reparo en comunicarlo: seguro que tienes a alguien cerca deseando echar una mano y ayudar; además, es un gesto de responsabilidad hacia la gente con la que vives.

La vida de oración y celebración
Acostumbrados a un modo de funcionar donde el dinamismo, la rapidez y la urgencia toman el protagonismo, afectando también a nuestras vidas religiosas y sacerdotales, este momento concreto que estamos viviendo puede ayudar a que nos introduzcamos en otra dimensión diferente. Se impone ahora una parada forzada que nos acerca a una mayor interiorización de la vida y de lo que sucede en ella.
1. Este tiempo en el que nos encontramos puede ser de gran ayuda para mirar lo que está pasando con profundos ojos de fe e intentar procesar la realidad que se nos presenta como tiempo propicio.
2. Estamos en Cuaresma y, a este tiempo litúrgico que nos propone la Iglesia, se une otro de cuarentena. Aquí también la oración, el ayuno y la penitencia son posibles y necesarios; y, como en cada época, siguen prestándose a la creatividad.
3. Se nos ofrece una oportunidad para potenciar la lectura espiritual, la reflexión personal y la vida de oración. Vivimos un tiempo propicio para leer, que es una de las mejores maneras de vincular sueños, pensamientos y sentimientos; porque los libros nos ayudan a ir más allá de nosotros mismos y a conectar con lo más hondo de cada uno. Tiempo propicio también para hacer una reflexión orante, personal y profunda de la situación especial que estamos viviendo. Tiempo, cómo no, para orar personal y comunitariamente de un modo quizás aún más creativo. Y, en este sentido, para encomendar con especial atención la vida de quienes están sufriendo de forma más dolorosa la enfermedad; para pedir por sus familias, que quizás no puedan acompañarlos del modo que les gustaría; y para orar por tantos profesionales –del mundo sanitario y de otros ámbitos– que dejan lo mejor de sí mismos en el trabajo por el bien común.
4. Aunque en algunas instituciones no se pueda participar comunitariamente de la eucaristía o de otros sacramentos, es tiempo para orar juntos y saborear de un modo nuevo la Liturgia de las Horas.
5. Es tiempo también para tener espacios donde conversar espiritualmente. A veces esta conversación espiritual comienza sencillamente con una pregunta acerca de cómo estamos viviendo esta nueva realidad. Y tiempo, aunque nos encontremos rodeados de menos gente, para sentirnos sostenidos y acompañados por la oración de toda la Iglesia.
6. Tiempo propicio este que nos toca vivir donde la penitencia y el ayuno tienen que ver de un modo especial con el cuidado del otro que tengo al lado. 7. Existen también plataformas digitales, ofrecidas desde distintos ámbitos e instituciones eclesiales, que pueden ayudar a vivir este momento a través de las redes sociales, siempre que no lleven al aislamiento. Una de ellas es la iniciativa en casa con Dios, elaborada por la Provincia de España de la Compañía de Jesús. Es una propuesta ignaciana para hacer de este tiempo un tiempo de gracia. Ofrece la celebración de la eucaristía en streaming, cada día a las 20:00; una oración guiada por instagram live, tres días a la semana, a las 22:15; una charla interactiva con el equipo de vocesesejota; y, además, oraciones especiales y artículos en las plataformas web rezandovoy y pastoralsj

La vida hacia afuera
La situación de confinamiento que estás viviendo no impide que puedas seguir participando en tus apostolados y tu misión. Necesariamente tendrás que hacerlo de un modo distinto al acostumbrado. Sin embargo, tu presencia –aunque sea virtual– puede resultar muy importante para gentes que no conviven contigo. Aquí te ofrecemos unas sencillas pautas que tal vez sean de ayuda:
1. Utiliza la tecnología para mantenerte unido a tu gente más querida y más necesitada. Es un buen momento para seguir fortaleciendo conversaciones con compañeros de otras comunidades religiosas, de la propia congregación u otras; sacerdotes; personas de tus obras apostólicas o parroquias; familiares; o cualquier otro colectivo que sientas que necesita una llamada o un sencillo mensaje. Conversar con ellos sobre cómo estáis afrontando esta nueva realidad, cómo vais viviendo interiormente este tiempo tan especial o qué hacéis en el día a día, puede ayudaros –a ellos y a ti–. Evita generar inquietud, miedos, incertidumbres oscuras y alarmismos innecesarios.
2. Realizar, dentro de lo posible, videollamadas en las que te veas con otros es una forma de compensar la ausencia de contacto físico, así como de generar serenidad y calma.
3. Continúa conectado con personas vulnerables. Sobre todo con los más mayores, que son en estos momentos los más frágiles, por su soledad y por su debilidad física.
4. Trata de mantener el contacto con compañeros de misión apostólica, párrocos, vicarios parroquiales, etc. Puedes compartir situaciones propias de tu obra o parroquia y generar una red de colaboración entre diferentes gentes o instituciones cercanas: grupos de apoyo a personas vulnerables, uso compartido de redes sociales para información útil y precisa de la evolución, espacios virtuales de oración, formación, etc.

Conclusión
Al mismo tiempo que transitamos por esta situación de cuarentena y confinamiento recorremos, también, el camino cuaresmal. Detrás de estas semanas de reclusión hay mucho más que cuarenta días de resistencia y encierro. Es posible también intuir, en medio de lo que nos pasa, la presencia –continua, misteriosa y desconcertante a la vez– de nuestro Dios, que no cierra sus puertas a nada ni a nadie. Muchas son las imágenes bíblicas que nos vienen a la cabeza y se hacen fuertes en nuestra oración: desierto, combate, sed, anhelo, pasión… Pero, sobre todo, queremos seguir teniendo la mirada puesta en Aquel en quien confiamos: el Señor Jesús, Crucificado y Resucitado por nosotros. Él es agua que calma nuestra sed, luz en medio de la perplejidad, vida que –en lo profundo del sinsentido– pugna por brotar.
Nosotros también necesitamos cuidarnos. Formamos parte de una Iglesia plural en la que cada uno –sacerdotes, miembros de institutos de vida consagrada y sociedades de vida apostólica, seminaristas, laicos– tenemos una misión que procede de Dios. Queremos seguir nuestro compromiso de servicio y ayuda; y, al mismo tiempo, necesitamos aprender que no podemos hacerlo sin el cuidado de los demás. La vida 6 contemplativa posee fortalezas hondas e intuiciones muy profundas con las que aquí nos podéis iluminar.
Ciertamente la situación en la que ahora te encuentras dependerá mucho de si lees estas páginas desde un monasterio, un convento, un piso, una parroquia, una residencia, una enfermería, un colegio, una casa de acogida, un hospital, una comunidad de inserción, un seminario o una casa de formación.
Somos conscientes también de que las orientaciones que te ofrecemos no son capaces dar respuesta a todas las inquietudes que te pueden surgir en función de lo concreto de tu realidad. Pero ojalá sirvan de guía humilde que te aporte algo de luz. En eso confiamos. AMDG.

https://www.revistaecclesia.com/wp-content/uploads/2020/03/guia_cuidado_psicologico_uninpsi.pdf

Traduit de l’espagnol par Sr Anne Marie Geffroy